De esto se han encargado mis padres y, sobre todo, mi padre. Con él fue con quien empezamos a vivir el deporte: mis primeras Le Coq Sportif, mi primer bañador de competición, mi primera raqueta de tenis, mi primer balón tricolor de basket, mis primeros patines, mi primera pista de esquí, ...
El deporte formaba parte de nuestras vidas. El fútbol también aunque yo no practicara.
Desde siempre acompañándole a partidos, primero del CP Villarrobledo; ya después, con los Veteranos; luego, de entrenador de categorías inferiores del Albacete Balompié; o trasladando su pasión a chicos de equipos de localidades limítrofes de Tercera División. Incluso formando una escuela de fútbol en Villarrobledo, la del Atlético Villarrobledo.
Pérez. Temporada 66/67. CP Villarrobledo. |
Mi padre, que "mentía" a mi abuelo para irse a jugar a su gran pasión, el fútbol, y que era castigado cuando volvía a casa por doble motivo (mentir y jugar al fútbol), nunca nos enseñó que los violentos forman parte del deporte.
Mi padre, que hoy presume de ser entrenador nacional y yo con él, ha amado y ama este deporte y no entiende que grupos de radicales violentos y matones formen parte de clubes y que lo único que hagan sea ensuciar un nombre, un estilo de vida, una forma de ser. Y yo tampoco.
Mi padre, que tiene los meniscos tocados herencia de una época vivida y disfrutada al máximo, no comparte, ni yo tampoco, que presidentes justifiquen la violencia diciendo que son actos cometidos fuera del campo, ni que haya afición que insulte a jugadores por ser del equipo contrario, ni que haya banderas y bufandas con la palabra "odio" escrita en ellas.
Mi padre, que es hombre de fútbol, insiste que eso no es fútbol y que eso no debería estar vinculado al fútbol. Y yo también.
Porque mi padre, que es del Real Madrid y yo con él, aunque ahora presumo también de otros colores sólo para hacer de esto algo más emocionante, quiere llevar a mis hijas a campos de fútbol a que vean fútbol y no a energúmenos chillando, insultando y vejando a los del equipo contrario.
Porque quiere que aprendan a disfrutar, como nos enseñó a nosotros, de partidos en los que a veces lo que sobra es testosterona.
Porque quiere que no se repitan escenas como las de esta mañana en Madrid.
Porque quiere que los violentos estén fuera de los campos de fútbol. Y lejos. Muy lejos.
Mi padre, que fue el que me enseñó hace años lo que es un fuera de juego y al que yo he visto una y mil veces andar sobre botas de taco, quiere que el fútbol siga siendo eso: fútbol, deporte, diversión, entretenimiento, y no un motivo que justifique ni una pelea ni una muerte.
Y yo también.
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