Suelo quedar con frecuencia con algunas de las personas con
la que he trabajado en los últimos diez años. Me gusta hablar con ellos,
ponernos al día, hablar sobre todo del presente.
Hoy hemos quedado Jesús Martino y yo.
Jesús es mi gerente. Ahora ejerce de su segunda profesión, o
quizá primera, anestesista. Pero desde enero de 2002 hasta el 14 de octubre de 2011 ha sido director
gerente del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete. Con él he
trabajado intensamente, aprendido mucho no sólo como profesional sino, y sobre
todo, como persona. Compartido momentos buenos y también malos, personal y profesionalmente. Entre estos últimos me refiero a los
relativos a comunicación de crisis hospitalaria. Recuerdo varios accidentes que
me ponen los pelos de punta, y su calma mantenida, su saber hacer para
tranquilizarnos a todos, ....
Con él es fácil trabajar. Y aunque nunca ha sido muy
arriesgado para todo esto del 2.0, hoy me ha confesado que se ha abierto perfil
en una red social de la que yo huyo. Y le he animado a que se abra otro en
Twitter, que es donde está la “chicha” de la sanidad de este país. Muchos de
sus amigos ya han caído en las redes de Twitter, así que será cuestión de
tiempo.
El caso es que el dueño del bar donde nos hemos tomado un
aperitivo no lo ha reconocido a primera vista porque Jesús estaba de espaldas. Cuando
se ha dado cuenta de que era él, lo ha saludado muy familiarmente. El Dr.
Martino, como se le conoce en el mundillo hospitalario, ha correspondido a ese
gesto, que mostraba una confianza no expresada ante cualquier otro de sus
clientes y una emoción contenida.
Al ir a pagar, una mujer detrás de la barra también lo ha
reconocido. Le ha estrechado la mano a la vez que decía: ¡es usted!, ¡es usted!
Y se ha puesto a llorar. Impresionantes lágrimas de emoción.
Del recuerdo pasado, del dolor de una madre enferma de cáncer,
de un alta a las 4 de la tarde en pleno mes de julio albaceteño de hace 8 años,
de un oncólogo que no atiende a razones y a pesar del mal estado de la mujer la
manda para casa. De una familia que se cruza con él en un ascensor. De una
señora enferma que vuelve a estar ingresada.
Humanidad. Esa ha sido la palabra que la señora de detrás de
la barra ha repetido varias veces: humanidad.
Porque a veces pequeños gestos marcan la diferencia.
Escuchar a la gente, ponerse en el lugar del otro.
Porque en sanidad todo esto sigue siendo necesario, a pesar
de los tiempos que vivimos.
Y a mí me ha gustado mucho ser testigo de que personas anónimas recuerdan
a mi gerente por sus gestos como persona.
El año pasado (por diversas circustancias) me quede sola en mi departamento, trataba directamente con el director de gestión, ¡me encanto! era un tipo profesionalmente impecable y, personalmente encantador, tuvimos algunas "complicaciones" de calado ....
ResponderEliminarEs que hay gente con la cual es una maravilla trabajar y, sobre todo, convivir.
Ojalá todas las personas dedicadas a la gestión fueran así... Me alegra saber que alguna queda! La clave está en la profesionalidad con humanidad... Completamente de acuerdo!! Un abrazo!!
ResponderEliminarGracias a las dos, Juana y Raquel, por vuestros comentarios. Un lujo. Humanidad a pesar de los tiempos, las estructuras y las jerarquías. De eso se trata, pienso. :-)
ResponderEliminarUn gran profesional, una gran persona, un gran amigo, y además afortunado por haber tenido colaboradoras comprometidas y eficaces como Emma. Un abrazo!
ResponderEliminarPasaba por aquí para saber de Emma y, aunque ya hace varias semanas de este post, no quiero dejar de poner este comentario para decir que yo también soy de las que se alegra mucho cuando se encuentra con Jesús en cualquier parte. Es imposible resumir todos esos años en los que también fue mi gerente, pero, además de todo lo dicho, yo también subrayaría su integridad y su entusiasmo por cualquier reto que nos hiciera crecer. Y hablando de crecer, sigue pendiente, Emma, contar la historia de la higuera de la Unidad de Investigación, a la que el Dr. Martino tampoco fue ajeno :-) Un abrazo!
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