Unas plumas que se mueven al compás del aire reciben a los huéspedes que llegan al hotel marbellero desde hace unos meses. Son de la artista Monique Baastians, una obra casi viva. En el hall, una pieza de cerámica de grandes dimensiones de Marta de Pablos, artista onubense con una relación muy especial con la cerámica, el Mediterráneo y el color, cuya colección de piezas singulares y seriadas se repite en otras estancias jugando con las formas y siluetas.
En la misma Recepción, los murales de los sevillanos La Colorería SVQ, también en las paredes altas del Hall o en los espacios de negocio en torno a una mesa, incluido el exclusivo restaurante Jara, liderado por el chef José Carlos García.
En los pasillos, las esculturas de metacrilato de María Jiménez Sequeiros y sus juegos de luces que sorprenden a cada paso y una decoración en la que también participa las 50 obras exclusivas del sevillano Norberto Gil, premio BMW de Pintura, en este lugar en el que lo andaluz se abre al mundo para sentir esas emociones que flotan en el aire desde hace más de 50 años, cuando el hotel era el centro de la vida cultural y social de Marbella.
Poner en común a todos estos artistas ha sido cosa de Julio Cruz Casas y Adolfo Sánchez Flores, expertos en arte y directores de Red House Art, una empresa andaluza, también con sede en Marbella, que se mueve por toda la geografía española y que despierta especial interés entre decoradores y particulares, amantes del arte.
“La idea que nos transmitieron desde el Hotel era que teníamos que volver la vista atrás, a los años 60, 70 y 80, para recuperar la historia de amor entre Los Monteros y Marbella, crear una referencia vintage para rescatar el interiorismo del hotel de aquella época y que la gente, cuando entrase, sintiera ese retrovanguardismo”, explica Adolfo Sánchez Flores.
“Solemos trabajar con casi 90 artistas así que al ver este proyecto teníamos claro por lo que apostar: lo cercano, arte de Andalucía en su mayoría, una decoración moderna, contemporánea, mediterránea y pensamos que podría ser un plus que los artistas fueran de estas características”, matiza Julio Cruz Casas.
Casi tres años estuvieron Adolfo y Julio seleccionando artistas, 10 al final, y piezas, casi 800. “Es un hotel muy grande, casi un museo, preparamos una selección inicial según los estándares de la cadena, nos echaron para atrás 3 o 4 porque no encajaban aquí y otros entraron en la segunda propuesta porque hacen creaciones más figurativas y podrían acoplarse mejor a los espacios”, aseguran.
“No es una exposición temporal ni son obras que están a la venta. Y nos agrada que el hotel haya querido aumentar su excelencia a través del arte porque los huéspedes valoran estas cosas al buscar un cinco estrellas gran lujo, la excelencia a través de la diferencia”, afirman con los ojos brillantes ante su trabajo.
Buscaban pinturas originales, artistas jóvenes que aportasen color y alegría. Y también lo han conseguido en los espacios más privados e íntimos con las obras seriadas del sevillano Manuel León o los cuadros a una tinta del cordobés Pablo Little o las obras de gran formato y colores vibrantes de Ricardo Llinares, también de Sevilla, o las del artista jerezano Fernando Clemente o las de Santiago Picatoste, puro color y abstracción.
Desde el propio hotel, en el que trabajan alrededor de 200 personas, “una gran familia”, aseguran que este concepto de decoración con obras de arte se basa en su idea de ‘lujo relajado’, poniendo al cliente en el epicentro de las experiencias. “El tipo de arte que se ve al entrar y en todo el hotel forma parte del viaje que hace el huésped mientras dura su estancia y las piezas le van a acompañar y le van aportar valor a su experiencia.”